miércoles, 9 de septiembre de 2009

Belleza


Le decía el otro día a mi querido náufrago que necesito belleza en mi vida. Me han hecho daño y lo he hecho yo, y mucho en ambos casos. Por ello, mi mente es todavía un barullo de pensamientos -aunque eso sí, con algunas guías bien claras que me llevarán a donde me he marcado como destino-, mi corazón sigue a lo suyo y mi cuerpo lo acusa a diario, haciendo un nudo sobre otro en los músculos de mi espalda.

Y es ahora cuando necesito ver, oír y sentir cosas bonitas, que actúan como bálsamos que alivian el dolor en los malos momentos y que acompañan en los momentos tranquilos. Necesito ver (con toda la intensidad que se le puede dar a ese verbo) el Universo una noche cálida y sin nubes, necesito oír la música que encuentra su eco y me resuena por dentro, necesito leer las palabras que me mecen y me besan con suavidad la mente, necesito notar el sol y el agua salada sobre la piel y, sobre todo, necesito sentir la magia que está detrás de todas las cosas cotidianas.

Y es verdad, toda esa belleza está a mi alrededor. A veces me resulta asombroso lo fácil que es percibirla...

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