miércoles, 27 de abril de 2011

Orografía

Se sorprendió cayendo por uno de sus huecos, uno cuyo mapa mentía dándolo por lleno o marcándolo como poco más que un escalón, y en su caída volvió a arañarle en un intento desesperado de sujetarse para no volver a ahogarse en lágrimas. Con lo tranquila que había caminado últimamente por esos rincones, aquel agujero la pilló desprevenida. Y se asustó de su magnitud.

Y por enésima vez recordó que es difícil que una de sus tormentas se disuelva sin más, sin llover y sin algún que otro trueno, una vez que comienza. Que fueron esas lágrimas no lloradas las que formaron lagos en su interior, y que aunque ya no quede mucho de todo aquello todavía tendrá que seguir mirando por dónde pisa cuando camine por ciertos lugares de su mente. Por ella misma, pero también por él.

Y le recordó, con la cara arañada y su brazo extendido, mirándola con calma.

Y pensó en los años en los que otros se situaron lo suficientemente cerca como para oír su risa pero lejos de su alcance si tropezaba...

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jueves, 14 de abril de 2011

Stuttgart

A pesar de que he visitado muchas menos de las que me gustaría, me encantan las ciudades centroeuropeas. Disfruto paseando por sus calles donde se respira su historia, viendo sus gentes con rasgos tan característicos, buscando restaurantes donde vayan pocos turistas para poder probar a qué sabe realmente la comida del lugar... Hay una luz diferente en cada una y todas tienen sus propios olores. Me encanta estudiar sus planos y trazar rutas en ellos. Quizá son más silenciosas cualquiera que pueda visitarse en España, y en algunas de ellas es prácticamente imposible encontrarse un papel en el suelo.

Todo eso me gusta mucho, pero lo que realmente me hace ilusión es que esta vez voy a conocer contigo ciudades y paisajes que no conocíamos ninguno de los dos. Esto será nuevo, pero no nuevo de esta vez, sino nuevo de verdad. Para ambos.

Igual que cuando viajamos hace veinte años.

imagen de Sylvain Dudoit

lunes, 11 de abril de 2011

Días de fiesta

Ya entramos en la estación en la que en esta ciudad chiquitilla y norteña no se sabe si va a amanecer un día frío, ya es primavera o el verano se adelanta a sus fechas un poco despistado, pero el aire ya lo delata. Ya hemos dejado atrás el invierno.

Huele a la hierba que ha vuelto a crecer, a las flores que brotan como locas de un día para otro, a los primeros rayos de Sol, pero no de ese Sol tibio de invierno, sino a ese que calienta de verdad y que incluso hace buscar la sombra a la gente que se toma las primeras cervezas en las terrazas de las plazas que hace unas semanas estaban casi desiertas y en las que ahora no cabe un alfiler, llenas de padres sin abrigos, de niños jugando y gritando y de abuelos sentados en bancos dejando pasar las horas.

Huele a reencuentros con viejos amigos, a encuentros con nuevas personas que abarrotan un presente al que saco chispas y también huele a futuras bienvenidas. Porque voy a hacer lo que me dijiste, vieja amiga, voy a dedicar unos íntimos minutos todos los días a hacerle saber que será bienvenida.

(Sospecho por qué me lo propusiste: porque era justo lo que necesitaba oír para poder terminar de curar mi herida... Aunque solo haya hablado contigo una vez en dieciocho años, de algún modo voy a echarte de menos.)

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miércoles, 6 de abril de 2011

Mirar una orquídea

No hace falta que te explique que, a simple vista, a cualquiera le parecería que las orquídeas nacen ya con esas preciosas flores simétricas y un poco extrañas, delicadas pero evocadoras de íntimas anatomías. También está de más que te diga que es posible que alguien que haya convivido con una afirme después con gesto torcido que su apariencia oculta una planta parásita, que penetra la corteza del árbol al que se aferra y succiona su savia. Pero tú sabes que ella vive sin molestar al árbol donde crece, del que únicamente toma prestada como soporte alguna de sus ramas. Sus raíces epifitas no dañan al árbol, están al aire, recibiendo así la humedad y los nutrientes que necesita.

Pero las orquídeas no siempre vuelven a florecer una vez que se les han marchitado las preciosas flores con las que llegan a casa. Eso sí, son muy resistentes y pueden aguantar años en forma de curiosa planta sin tallo, sin morir pero sin parecer lo que realmente son. El secreto está en mirarlas, pero no de cualquier manera. Hay que mirar sus hojas detenidamente, observar si sus raíces tienen humedad, girar suavemente sus flores por si algún pequeño insecto las martiriza oculto a la vista... pero sobre todo -y esto me lo dijo un niño que sabe mucho de plantas- el secreto radica en encontrar su sitio. "Si no les va bien un lugar, hay que ponerlas en otro sitio y ver si mejoran. En el sitio adecuado, normalmente vuelven a florecer..."

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lunes, 4 de abril de 2011

¿Qué quieres...?


- ¿Has escrito algo?
- No...

Vengo a este lugar para no tener que depender de mi memoria -igual que lo pensaste tú en tu isla-, porque sé que al final se me desbarajustan los recuerdos y los hechos, se colocan en el calendario de cualquier manera y luego no consigo ponerles pies ni cabeza. Y eso que ya te he dicho que ahora presto más atención, pero soy consciente de que mi mente y sobre todo mi corazón no organiza el tiempo en una línea, por eso uso éstas que escribo, borro, pongo, quito y dejo, aunque no siempre me resuenen ni sean certeras. Aunque a veces duelan tanto.

También me gusta que leas mis palabras cuando la alternativa sería mirarte a los ojos en silencio.

Pero no sé muy bien por qué vienes tú... Entiéndeme, el porqué más allá de las razones evidentes. ¿Qué quieres saber?

Dime... ¿qué quieres que te escriba?

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The best things in life are free

Las mejores cosas de la vida son gratis. O cuestan solo lo que una entrada a un concierto, y generan un recuerdo que coser al tejido de la memoria, igual que una pequeña joya mágica que aumenta su brillo cuanto más se mira.

No sé muy bien qué pasó en esas dos horas. No me sabía las letras, no conocía todas las canciones. Ni siquiera tenía claro qué era lo que allí se quería mostrar. Imágenes y sonido en estado puro, eso fue lo que ocurrió. Eso fue lo que me impresionó.

Y eso fue lo que viste cuando me miraste. Porque estabas allí, conmigo, formando parte de otra cuenta de esas que te insisto que ahora coso con tan sumo cuidado a mi memoria.

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